Yo Primero Lo Amé
- Renata Marrufo M.
- 3 ago 2018
- 4 Min. de lectura
Desde que ya eran evidentes los preparativos y había fecha definida la pregunta que saltaba en dirección a mi persona siempre era “¿y cómo te sientes?”, a lo que contestaba con diferentes respuestas pero que encerraban la misma esencia: “bien”, “tranquila”, “normal”, “todo está conforme a lo programado”... pero la más contundente era “creo que porque es el varón el que se casa, y no su gemela, siento como si nada”.
Obvio, me preguntaban como me sentía porque mi hijo se iba a casar, y siendo el primero de mis dos únicos tesoros nacidos el mismo día.

Claro, aquí la mujer “programada con tiempo” decía que todo estaba tranquilo y no podía sentir la usual emoción de una boda cercana porque no era la mamá de la novia.
Si me hubiesen dicho todo lo que sentiría no ese día, no un día antes... sino desde tres dias antes cuando el que ya no sería más mi bebé firmaría el documento el día de su boda civil y que lo dejaba legalmente unido a la mujer de sus sueños, entonces me habría preparado para todo ese Tsunami de emociones que hasta ahora sigo destilando por todos los poros de la piel casi dos semanas después del acontecimiento.
Ser partícipe de ese día esperado por tu hijo durante mucho tiempo, con un anillo y pedida de mano solicitada un año antes, no tiene precio en esta vida.

Verlo firmar y colocar su huella con una sonrisa que le ilumina el rostro enchina la piel y las lágrimas son imposibles de detener cuando frente a ti, como testigo del acto, ves a su hermana gemela con los ojos cristalinos compartiendo la felicidad del que fue su compañero inseparable desde el vientre.
¡Cielos!, si así me puse en el enlace civil ¿qué me esperaba el día de la boda religiosa?
De nada sirve escuchar a diario, durante tres meses antes, la canción que le pides a un amigo que personalice para dedicarle a tu hijo y su ya esposa en el brindis; muy lejano a la realidad es asistir al ensayo en la iglesia y entrar de su brazo para saber los tiempos y lugares que cada quien ocupará dentro de la iglesia; y ni el mejor maquillaje que te apliquen te salvará de poner a prueba las pestañas falsas y el corrector a prueba de agua cuando lo observes decir en voz alta sus votos ante Dios, el pastor y todos los presentes.

Cuando te pide que le coloques la venda en los ojos porque el amor de su vida se la quitará para que pueda verla vestida de novia por primera vez y lo vez derramar lágrimas de amor y felicidad vives la primera prueba de maquillaje, porque lloras con él mientras grabas el momento con tu celular.
Estas a las puertas de la iglesia y todos ya estamos en nuestros lugares listos para entrar tal como lo ensayamos una noche antes: papás, damas, pajes... todos más que listos.

Las notas del himno de entrada comienzan a sonar y tu lo tomas de su brazo izquierdo y caminas lentamente con una sonrisa en el rostro, pero sin poder controlar esas lágrimas de felicidad porque vas a dejarlo parado ahí, solo, a esperar que le entreguen a la mujer de su vida.
Para cuando le das un beso y le dices “te amo” ya lograste controlarte aunque él pensara que cada vez que tragabas un sollozo era la concentración para no caer por los tacones que traías puestos. Así superé la segunda prueba de maquillaje.
Pero es ese momento esperado los últimos meses, ese que ya gozabas en lo más hondo de tu corazón, el que no pasó la tercera y última prueba de maquillaje: cuando Halia y Pepe Bustamante le dedican la canción “Yo primero lo amé”, una adaptación de la canción que Gilberto Gless dedica como papá de la novia al novio, pero que ahora fue de la mamá del novio para la novia.
Ahí, mientras era interpretada con mucho sentimiento al mismo tiempo que se proyectaban fotografías con él en brazos desde bebé, luego de niño y después al lado del joven cuando comienza a salir con su chica ideal, para finalmente terminar con fotos de los tres juntos... esos cinco minutos son los que resumieron todo el amor contenido durante 24 años.
Ninguna madre está preparada para no sentirse invadida por la alegría y los sueños realizados del hijo varón.
Ningún maquillaje está a prueba de correrse cada vez que eres testigo de cómo el alma del novio se quiebra de emoción ese día especial.

Ninguna mujer está totalmente lista para comprobar que en un par de horas ese bebé que tuviste en brazos, que consolaste cuando fallaba un gol o lo felicitabas por un nuevo logro personal o profesional se transforma en el hombre que demuestra estar listo para formar su propia familia con los valores que defiende con recelo y temor de Dios.
No, no estaba lista para dedicarle esa noche “Yo primero lo amé”, pero mi corazón se llenó de gozo y amor, uno que sigo destilando hasta el día de hoy.

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