Se me apachurra el corazón
- Renata Marrufo M.
- 26 feb 2020
- 2 Min. de lectura

Un día, luego de varios meses de analizar los pros y contras, decides cerrar dos ciclos importantes de tu vida: seis años como maestra de bachillerato y 23 años como periodista en el Diario de Yucatán.
Luego de esa fuerte decisión te tomas un par de semanas para asimilar que tu vida dará un giro de 180 grados, en la que seguirás conectada con los medios de comunicación, la cultura y, principalmente, las letras.
Días en los que te dedicas a tus pendientes, a terminar esa docena de libros que tenías a medias, a disfrutar de tu familia y amigos, y a escribir todo lo que tienes en la cabeza desde hace mucho tiempo.
Lo tomas con calma, con algunas noches en las que te asaltan imágenes en las que estás en tu escritorio redactando notas sabiendo que ya renunciaste, pero vas para apoyar a los amigos y compañeros porque aún no encuentran tu reemplazo y hay mucho trabajo en la oficina.

O despiertas en la mañana con la idea de que ya se te hizo tarde para ir a dar clases y tienes que aplicar un examen. Pequeñas crisis que sabes que pasarías como parte del proceso que vives y ante la nueva etapa de vida que te espera.
Sin embargo, hay algo para lo que una no está preparada durante este trance, mientras estás en tu escritorio escribiendo en tu laptop, aprovechando que la creatividad e inspiración te ataca y no hay que dejar que se escape: comienzan a llegar a tu Messenger fotos que literalmente apachurran tu corazón, lo exprimen al máximo pero de una manera hermosa e inesperada.
Las imágenes hablan por sí solas, con los rostros de tus exalumnos de Redacción Periodística luciendo sus gafetes de visitantes a las puertas del edificio central del Diario de Yucatán.
Y el sencillo pero emotivo mensaje: “maestra, aquí estamos visitando el lugar donde trabajó y nos tomaremos foto en el que fue su escritorio”.
Caras sonrientes y mensajes de “la extrañamos” me sacan de ese reposo en el que puse mi mente durante varias semanas y abofeteándome con una realidad difícil de ocultar por culpa de que mis dos mundos por mucho tiempo me hacían una visita inesperada, y al mismo tiempo.
Es imposible negar que extraño ambas actividades, ser periodista del Diario de Yucatán y compartir mi experiencia y empañarme de las aventuras de esos jóvenes que ponían color a mis días en las aulas.
Agradezco a la vida, con este recordatorio, todo lo vivido y lo que me deja en el corazón y que nada ni nadie borrará.
Yo también los extraño y siempre los llevaré dentro de mi como parte de este aprendizaje de vida… y se que muy pronto nos volveremos a ver, porque es imposible cerrar estos dos importantes capítulos de mi biografía. ¡Gracias!

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